Evangelio de hoy, 7/11/2024

Descripción de la publicación.

11/7/20244 min read

Evangelio según San Lucas 15, 1-10

"En aquel tiempo, se acercaban a Jesús todos los publicanos y los pecadores para oírle. Y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: 'Éste acoge a los pecadores y come con ellos.' Jesús les dijo esta parábola:

'¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y al llegar a casa, reúne a los amigos y vecinos, y les dice: "¡Alegraos conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido!" Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan conversión.

Y, si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa, y busca con cuidado hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, reúne a las amigas y vecinas, y les dice: "¡Alegraos conmigo, porque he encontrado la dracma que se me había perdido!" Os digo que la misma alegría sienten los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte.'"

Reflexión

Hoy el Evangelio nos pone frente a dos parábolas de Jesús que revelan su profundo amor por cada ser humano, especialmente por aquellos que sienten que están lejos de Él o que han perdido el camino. A primera vista, vemos a un Dios que no duda en dejar a las noventa y nueve ovejas seguras para ir tras la que se ha perdido. Este gesto tiene un simbolismo potente y nos interpela en lo más profundo de nuestra vida diaria: Dios no se resigna a que alguno de nosotros se quede en la oscuridad. Nos persigue con una fidelidad y un amor apasionado que no se rinde.

Esta imagen del pastor cargando a la oveja en sus hombros nos habla de una ternura increíble. Es una llamada a reconocer que, en medio de nuestras caídas, nuestros errores y momentos de duda, no estamos solos ni olvidados. Dios mismo se hace cargo de nuestras debilidades y nos toma con compasión, sin reproches ni castigos. Piensa en algún aspecto de tu vida en el que sientas que te has perdido o alejado de tu verdadero ser. Quizás una relación personal, un proyecto en el que has perdido motivación o incluso alguna lucha interna que te causa cansancio. ¿Sientes que Dios puede encontrarte en medio de eso y cargarte en sus hombros?

La parábola de la moneda perdida, por otro lado, nos invita a entender el amor de Dios como algo detallista y persistente. Así como esa mujer enciende una lámpara y barre hasta el último rincón de la casa, así Dios ilumina cada espacio de nuestro corazón para encontrar lo que en nosotros se ha extraviado. Esta es una invitación a examinarnos, a buscar en nuestro interior aquello que hemos dejado en sombras o hemos descuidado. Puede ser una virtud que hemos olvidado cultivar, un valor que no hemos defendido o incluso un sueño que abandonamos por desánimo. Dios quiere restaurar y rescatar todo aquello que en ti puede parecer insignificante, porque para Él es valioso.

Estas parábolas también tocan la dimensión de la alegría divina y la de los ángeles por el regreso de un hijo perdido. Nos hablan de un Dios que celebra, que se goza cuando alguien da un paso hacia Él. No es el Dios lejano que observa fríamente nuestros actos; es un Padre amoroso que tiene una fiesta en el corazón cuando volvemos a Él. Es una invitación a que también nosotros aprendamos a celebrar, tanto nuestros pasos de conversión como los de aquellos que amamos. ¿Cuántas veces hemos criticado o juzgado a alguien que toma un camino distinto al nuestro? Jesús nos invita hoy a acompañar, a apoyar y a alegrarnos, confiando en que cada alma tiene su proceso y su tiempo.

En tu vida laboral, familiar y en tus relaciones, este mensaje puede aplicarse de manera concreta. Hay momentos en que otros cometen errores o parecen estar perdidos. Nuestra misión no es alejarnos ni juzgar, sino acercarnos como ese pastor o esa mujer, con paciencia, ternura y la voluntad de "buscar hasta encontrar". Este es un llamado a ser en la vida de los demás ese amigo o familiar que no da por perdido a nadie, que no deja de amar y que, como Jesús, acoge sin condiciones.

La invitación de Jesús también nos lleva a cuestionarnos sobre el valor que damos a las cosas pequeñas o a las personas que a veces pueden parecer insignificantes. En el reino de Dios, nada es irrelevante, todo cuenta, cada detalle es precioso. Este mensaje nos anima a tener un corazón atento, capaz de ver la belleza en lo cotidiano y de reconocer el valor en los pequeños gestos de bondad y de amor, que son el reflejo del amor de Dios en el mundo.

Finalmente, estas parábolas de la oveja y la moneda perdidas nos interpelan sobre nuestra propia actitud ante los "perdidos" de hoy. Quizás, en lugar de juzgar, estamos llamados a involucrarnos más, a buscar con más dedicación, a escuchar y a comprender. Esto no solo transforma al otro, sino que también nos transforma a nosotros mismos en instrumentos de la misericordia de Dios, en colaboradores en esta misión de rescatar, restaurar y celebrar.

Propósito del día

Hoy, intenta vivir la compasión y la alegría por los demás de forma concreta. Si tienes a alguien en tu entorno que necesita ayuda o ánimo, acércate con un corazón dispuesto a escuchar y a acompañar. Hazlo desde el amor y la comprensión, recordando que cada pequeña acción es valiosa para Dios.

Santos del día

Hoy celebramos a San Ernesto de Zwiefalten y a San Wilibrordo, evangelizador de los Países Bajos. San Wilibrordo decía: "Dios no abandona nunca a quien confía en Él". Una frase que nos invita a confiar en el cuidado amoroso de Dios, aun cuando nos sentimos perdidos.

Jaculatoria para el día

"Señor, dame la gracia de buscar siempre lo perdido y de celebrar cada regreso."