Evangelio de hoy, 27/12/2024

12/27/20243 min read

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 2-8

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.

Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:

«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro.

Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro;

e, inclinándose, vio los lienzos tendidos, pero no entró.

Llegó también Simón Pedro siguiéndole, entró en el sepulcro y vio los lienzos tendidos, y el sudario, que había estado sobre su cabeza, no junto a los lienzos, sino plegado en un lugar aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.

Reflexión:

El amanecer del primer día de la semana nos habla de un despertar que va más allá del físico; es el alma abriéndose a la verdad oculta, a lo que todavía no entiende pero intuye profundamente. María Magdalena, buscando en la oscuridad del sepulcro, nos muestra que incluso en los momentos más sombríos, el corazón puede presagiar la victoria de la vida sobre la muerte. Ella no ve aún el cuerpo de Jesús, pero su búsqueda refleja el anhelo de toda persona por encontrar sentido en medio de la incertidumbre.

El sepulcro vacío no es señal de una ausencia, sino de una presencia que trasciende lo visible. La losa retirada es un portal que conecta el tiempo con la eternidad, un recordatorio de que lo que parece vacío puede estar lleno de luz y propósito divino. Esto también nos interpela en nuestra vida cotidiana: ¿Cuántas veces vemos vacíos en nuestras circunstancias que, en realidad, están llenos de significado y oportunidades para descubrir algo más grande?

Pedro y el discípulo amado corren hacia el sepulcro. Este acto no es solo físico, sino un símbolo del impulso del corazón que busca la verdad con toda su fuerza. El discípulo amado, más rápido, representa al corazón que se mueve con agilidad y amor; Pedro, más lento, simboliza la razón que avanza con cautela y seguridad. Sin embargo, hay respeto mutuo: el amor llega primero, pero espera a la razón para entrar juntos y contemplar el misterio. En nuestra vida, este equilibrio entre amor e intelecto es clave para discernir la verdad en nuestras experiencias.

Dentro del sepulcro, los lienzos tendidos y el sudario doblado no son meros detalles; son signos de un trabajo consumado en perfecto orden. La transformación que ha ocurrido no es caótica ni abrupta, sino armoniosa, reflejando el propósito divino en cada detalle. En nuestras vidas, a menudo las señales de transformación se presentan de maneras sutiles pero claras, invitándonos a contemplarlas con atención y fe.

El discípulo amado "vio y creyó". Su fe no se basa en pruebas materiales, sino en la intuición espiritual de un corazón preparado. Creer es reconocer en el vacío la presencia del Infinito, comprender que aquello que parece ausente está lleno de una plenitud invisible. Este tipo de fe es la que nos llama el Evangelio: mirar más allá de lo evidente y confiar en que la luz del Espíritu guía incluso en los momentos más oscuros.

Pedro y el discípulo amado también representan dos formas de vivir nuestra fe: Pedro, con la estructura de la Iglesia institucional, avanza con pasos firmes y calculados; Juan, con la intuición y la agilidad de la Iglesia mística, se mueve con rapidez y osadía, pero siempre en respeto y comunión con Pedro. Esta dualidad nos recuerda que la fe necesita tanto de la reflexión y la tradición como del amor ardiente y la mística.

El sepulcro vacío y el amanecer proclaman una verdad que transforma todo: la vida vence a la oscuridad, no como una esperanza lejana, sino como una realidad presente. Cada día que enfrentamos incertidumbres, desafíos o pérdidas, este mensaje nos invita a recordar que la luz siempre prevalece, y que incluso el vacío puede ser un signo de plenitud.

Propósito para hoy:

Reflexiona sobre los “vacíos” que encuentras en tu vida. Pregúntate cómo pueden ser portales hacia algo más grande y confía en que Dios ya está actuando en ellos.

Santoral del día:

Hoy celebramos a San Juan Evangelista, el discípulo amado de Jesús y autor del cuarto Evangelio, las tres cartas que llevan su nombre y el Apocalipsis. Su símbolo es el águila, representando la elevación de su teología y su visión mística. Es patrón de teólogos y escritores. Una de sus frases más profundas es: "Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él" (1 Juan 4,16). Esta afirmación nos invita a vivir en el amor para estar en comunión con Dios.

Jaculatoria para el día:

"Señor, enséñame a reconocer tu presencia en el vacío y a correr hacia tu luz con el corazón abierto".