Evangelio de hoy, 01/12/2024

12/1/20243 min read

Evangelio según San Lucas 21, 25-28.34-36

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en el mundo, pues las potencias de los cielos serán sacudidas. Entonces verán al Hijo del Hombre viniendo en una nube con poder y gran gloria. Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca.

Guardaos de que no se emboten vuestros corazones con glotonería y embriaguez y con las preocupaciones de la vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día; porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra. Velad, pues, orando en todo tiempo, para que tengáis fuerza y escapéis de todas estas cosas que están por suceder, y podáis estar en pie delante del Hijo del Hombre».

Reflexión

En este pasaje, Jesús nos habla de señales y acontecimientos que sacuden al mundo y a quienes lo habitan, generando perplejidad y temor. No es difícil relacionarlo con nuestra propia experiencia, cuando enfrentamos dificultades que no entendemos o que parecen más grandes que nosotros. Ante estas situaciones, a menudo optamos por una estrategia de evasión: en lugar de mirar las dificultades de frente, desviamos la atención hacia distracciones que nos anestesian temporalmente. En nuestra época, llena de entretenimiento, dispersión y superficialidad, es común recurrir a plataformas como Netflix, redes sociales o cualquier distracción inmediata para evitar enfrentarnos a lo que nos preocupa.

Sin embargo, Jesús nos invita a una postura distinta: levantar la cabeza y estar atentos, no para huir, sino para comprender y enfrentar la realidad. Habla de perplejidad y temor, emociones humanas que nos paralizan cuando no sabemos qué hacer. Pero aquí surge una pregunta clave: ¿somos realmente conscientes del daño que nos hace el miedo? El miedo nos ciega, nos limita y nos hace perder la paz. En cambio, vivir sin miedo, con confianza y esperanza, nos libera y nos da fuerza. Esto no significa ignorar las dificultades, sino enfrentarlas con una certeza interior: la convicción de que Dios está con nosotros y que todo, incluso lo más oscuro, puede ser transformado en algo nuevo y bueno.

Jesús nos recuerda que debemos temer a la destrucción porque es el preludio de algo mejor. Esto supone fe, confianza y esperanza: saber que, aunque lo viejo se caiga, lo nuevo está en camino. Es la certeza de que somos amados y cuidados por un Dios que no nos abandona. Esa confianza es la que nos permite mirar más allá de las crisis, sabiendo que la redención está cerca, como Él mismo promete.

En este contexto, la oración se convierte en un instrumento esencial. No es un mero ritual, sino el medio por el cual nos conectamos con Dios, con la realidad, con los demás y con nosotros mismos. Orar nos permite ver las cosas desde una perspectiva más amplia, encontrar la paz en medio de la tormenta y discernir cómo afrontar lo que venga. Es el canal por el que recibimos la fuerza para ser dignos hijos de Dios incluso en las pruebas más difíciles, reflejando su amor y su verdad en cada situación.

Este pasaje nos anima a vivir con los ojos abiertos y el corazón dispuesto, a no dejarnos embotar por las preocupaciones de la vida ni por las distracciones que nos alejan de lo esencial. En lugar de eso, Jesús nos invita a velar y orar, a mantenernos en pie con esperanza y confianza, sabiendo que nuestra redención está cerca y que, pase lo que pase, estamos en las manos amorosas de Dios.

Propósito para hoy

Dedica un tiempo a la oración, no solo como un hábito, sino como una forma de conectar con Dios y contigo mismo. Reflexiona sobre los miedos que te paralizan y entrégalos al Señor, pidiendo su luz y su paz para enfrentarlos con fe y esperanza.

Santos del día

Hoy celebramos a San Eloy, un hombre de gran fe y generosidad, quien creía que la verdadera riqueza no está en los bienes que poseemos, sino en la bondad con la que los compartimos.

Mantra para el día

"Señor, dame la paz para enfrentar mis miedos y la fe para esperar tu redención."